Por la educación hacia la libertad: Sobre la juventud, de Fox Morcillo

 


Carlota Gallardo Alcolea.- Se dice de los jóvenes que son el futuro de la sociedad, de ellos depende que la humanidad perdure en la mejor de sus condiciones. Deben ser, por tanto: instruidos, educados en medicina, política, filosofía, economía, artes y un largo etcétera. Se espera de ellos una madurez aprendida con el paso de los años para llegar a ser considerados como personas honestas y dignas; mientras tanto, sólo son individuos que por su supuesta debilidad tienden fácilmente a las torpes pasiones y vicios, o, al menos, erróneamente, es lo que se suele pensar. Normalmente el joven es percibido como un animal, carente de razón, gobernado por las pasiones y abandonado a la buena vida; esto no es un pensamiento moderno, ya viene de antaño, la visión del joven es inmutable en ese sentido: aunque se demuestre lo contrario, siempre está bajo la mirada estigmatizadora de un adulto, de cualquier persona considerada con mejor juicio por los años vividos a diferencia de la pobre vida experiencial de un joven.

En la obra Sobre la Juventud De Iuuentute – escrita por el humanista sevillano Sebastián Fox Morcillo y ahora conocida por el traductor Luis Frayle Delgado, observamos un diálogo con el hermano del autor, Federico, un joven extraordinariamente dedicado a los estudios, para comentar el señalamiento deshonesto que se hace de los jóvenes desde el punto de vista de las personas que viven en la etapa de la vejez, ya que Sebastián es un joven admirado y alabado por su habilidad e ingenio, y aun así se espera de él la madurez adquirida con la experiencia. Debido a la cómoda estructura de la obra, tan conocida desde las escrituras platónicas, es de gran interés hacer un ejercicio hermenéutico de la misma, así el lector puede adentrarse en un diálogo con el libro bajo un nuevo horizonte, pues resulta que la crítica hacia el joven del siglo XXI no difiere tanto de la juventud renacentista; por el contrario, la visión de la vejez padece de pequeñas modificaciones.

No debemos olvidar que tendemos a la generalización, y, por ello, se caracteriza a los jóvenes como tales desprovistos de razón. Sin embargo, el joven, al seguir la opinión del vulgo, es el que cae bajo la estigmatización misma, pues él considera preferible dejarse guiar “por un médico indocto pero viejo que por uno joven sabio, porque enseñado al menos por la experiencia no podría no curar correctamente: el joven, en cambio por falta de experiencia o bien porque, aunque conociera los preceptos del arte de la medicina, no sabría aplicarlos al caso concreto” (pág. 14). Esto me recuerda a una teoría microsociológica de la sociología de la desviación denominada labeling, la cual expone que la desviación de una persona no es inherente al acto concreto, sino que es una manifestación de la mayoría social que califica o etiqueta negativamente el comportamiento de las minorías al desviarse de las normas culturales estandarizadas de la mayoría. El peligro de esta etiquetación del joven, el señalamiento como carente de razón, hace que ellos mismos, como expone Fox Morcillo en su obra, prefieran a un Otro mayor, considerado equívocamente más sabio, aumentando en los jóvenes la perjudicial ignorancia.

Así, Fox Morcillo le da importancia a la educación, y por ello defiende al joven que es instruido en la erudición, a la juventud con buena instrucción y doctrina, buena índole, cuidado de los padres y de los maestros, buen ejemplo de la ciudad, educado en costumbres honestas, la juventud en la que predomine la prudencia y la agudeza del ingenio. Una juventud que no sea educada no consigue por la experiencia tener más ingenio, es obvio que con la vejez se adquiere cierto conocimiento sobre cosas que el joven no puede poseer debido a los años que ha vivido, pero cierto es que el joven de entonces, y con mayor motivo el actual, tiene mayor facilidad de aprendizaje y aquello que uno aprende por los años, otro lo ha aprendido rápidamente por educación – más aún con la destacada invención de la imprenta, y siglos después, el internet. De la misma manera, aquel que posea la erudición no caería en las pasiones y posteriores vicios; aunque hay que considerar, como el sevillano hace, que “las pasiones, ya estén en el joven o en el viejo, por su naturaleza no son ni buenas ni malas. Es el modo de emplearlas y la determinación de la voluntad lo que las hace viciosas o buenas” (pág. 26). Así, siguiendo el lema sartreano de “la existencia precede a la esencia”, entendemos que somos seres libres y responsables de crear nuestro propio significado en la vida, implicando así la posibilidad de elegir nuestras acciones y la asunción de las consecuencias de esas elecciones. Siendo educados, instruidos, incluso ilustrados en el sentido kantiano, los jóvenes adquieren una libertad del uso de la razón, guiados por la sofrosine, quedando muy lejos de la ignorante y temeraria actitud que supuestamente les caracteriza.

La juventud no es menos sabia que la vejez por tener menos experiencias vitales, en este caso no nos sirve únicamente el famoso refrán “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, pues lo esencial de la sabiduría es la agudeza del ingenio, la cual, si no se posee y no es educada en la maravillosa etapa de la viva juventud, no alcanzará una vejez con ingenio, sino llena de ignorancia y soberbia.


S. Fox Morcillo, Sobre la juventud. Traducción de Luis Frayle Delgado. Sevilla, Cypress Cultura, 2024.